Saturday, January 06, 2007

LA VIDA FINAL

Pasaron los años, y a su tiempo, como lo había prometido, volvió, pero esta vez oculto bajo la figura de un ciego. Era ya tarde cuando llegó a la cabaña del ciego que había curado. Tocó a la puerta. No estaba, pero le abrió su esposa.- Tenga piedad de este pobre ciego -dijo la Vida- Conozco a su esposo; ¿me puede dar un poco de agua mientras lo espero? Me basta con un poco.- Mi esposo es un verdadero tonto -refunfuñó la mujer- Trae a casa a cuanto pobre se encuentra.Puso un poco de agua sucia en una vieja taza y se la ofreció de mal modo al falso ciego. Por fin llegó el Señor de la casa, y la Vida se dirigió a él.- Estoy de paso -dijo- ¿Puedes darme alojamiento hasta mañana?El hombre murmuró algo, después extendió una estera en una esquina de cabaña y dio al ciego un puñado de cacahuates. Cuando despuntó el alba, la Vida llamó a su anfitrión y le dijo:- Te dije que algunos conocen a la Vida cuando viene pero no cuando regresa. Tú no me has reconocido, porque la ceguera se ha quedado en tu corazón, y volverá también a tus ojos. Dijo esto y salió dejando tras de sí una polvareda. El hombre volvió a ser ciego, como lo era siete años antes.
Cuando la Vida llegó a la cabaña del antiguo leproso, se cubrió de una lepra tan horrible que la seguían enjambres de moscas. Tocó a la puerta, pero aquel hombre, viendo al leproso, no lo dejó entrar y rehusó darle de comer porque estaba demasiado sucio. El caminante le recordó:- Te lo había dicho.
-Algunos conocen a la Vida cuando viene, pero no, cuando regresa-. Y se marchó dejando tras de sí un reguero del misterioso polvo. El hombre ingrato se cubrió de nuevo de tanta lepra que la carne se le caía a pedazos.
Cuando llegó a la cabaña del antiguo enfermo de elefantiasis, la Vida se hinchó los miembros de tal modo que a duras penas podía caminar. Se asomó a la puerta y dijo:- ¡Buen hombre, un poco de agua fresca por caridad!- ¡Adelante! ¡Adelante! ¡Entra! -dijo el hombre, apresurándose a ayudar al fingido enfermo- ¡Oh! ¡Qué desgracia! ¡Tan joven y tan enfermo! Yo también, hace tiempo, tuve esa fea enfermedad, pero pasó por aquí un buen hombre y me curó. Y mientras hablaba puso a cocer un plato de arroz, dio al enfermo nueces y una taza llena de leche fresca, después preparó un asado de carnero y se ocupó de cuidar al enfermo.En la mañana, la Vida se presentó como el joven hermoso que era y dijo:- Tú has reconocido a la vida también a su regreso. No olvidas los beneficios recibidos y sabes socorrer a quien sufre lo mismo que tú has sufrido. Por eso permanecerás sano y gozarás de prosperidad.El hombre quiso regalarle a la Vida, unas vacas. Pero el joven se lo agradeció diciendo:- No tengo necesidad de riquezas. Quiero que recuerdes una cosa importante:
La Vida puede cambiar y traer hoy bienes y mañana males,
pero con frecuencia depende de ti hacerla mejor o peor.Saludo los Hidalgos.

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